Hasta hace un tiempo, la lucha emprendida por las mujeres por lograr una igualdad real y justa entre ambos géneros las fue llevando a la necesidad de alejarse y, en algunos casos, hasta despreciar todo lo que se relacionaba de manera íntima con la femineidad. Las tareas que usualmente se decretaban como "femeninas" fueron consideradas como retardadoras de este desarrollo. Ya no teníamos por qué quedarnos en nuestras casas realizando las tareas domésticas porque teníamos todo el mundo por delante y la necesidad de desarrollar todo el talento y el potencial que por tantos siglos habían sido anulados tras las puertas de los hogares. Así, las mujeres empezamos a ser obreras, profesionales, artistas, políticas, todo, todo lo que quisiéramos. Fue un largo camino el que hubo que recorrer, y costó la vida y el sacrificio de muchísimas mujeres que se la jugaron por esta igualdad.
Hoy en día, se puede decir que en la mayoría de los aspectos estamos en el mismo plano que los hombres. Seguro que todavía falta y que hay infinidad de conductas que, de tan normalizadas, se vuelven invisibles y las seguimos padeciendo a diario, pero al menos contamos con las herramientas y la voz para seguir reclamando que esto se revierta.
Sin embargo, hay una cuestión que quedó en el medio. Una cuestión que es íntimamente femenina, que tiene que ver con nuestro ciclo vital, que nos atraviesa biológica y culturalmente por más que nos resistamos; una cuestión que fue duramente combatida por el feminismo (y en algunos sectores aún hoy lo es), pero del que es muy difícil escapar: la maternidad.Una de las características que nos define a las mujeres como tales es la posibilidad de crear y desarrollar vida dentro de nuestro cuerpo. Estamos dotadas de ese poder. Enorme poder: nada más y nada menos que continuar la especie. Pero no sólo eso, ya que también podemos alimentar a nuestra cria con nuestro cuerpo, podemos ser su primer y único alimento durante mucho tiempo. Tenemos la capacidad de brindarle a ese bebé absolutamte todo lo que necesita para sobrevivir, a nivel físico y emocional. Un gran poder, que para muchas es una gran carga también.
El momento en que las mujeres se convertían en madres fue variando a través de la historia. Antes, cuando la mujer estaba absolutamente relegada a la vida doméstica, el "ser madre" era considerado el fin último y destino principal, por lo que en general comenzaban con el rol reproductivo lo antes posible. Pero con el paso del tiempo y el acceso a la vida pública de las mujeres, con la necesidad de su fuerza de trabajo que comenzó a tener el mercado laboral, con el desarrollo de sus potencialidades profesionales, tanto la edad de la llegada del primer hijo o hija como la cantidad de niños (o niñas) que tenían en total se fue modificando. Hoy, sobre todo en las ciudades, -cuando podemos- las mujeres elegimos desarrollarnos antes de ser mamás. Y muchas veces, también somos mamás sin realmente desearlo, sólo por presión de ese "mandato social" que nos condiciona a nuestro rol reproductivo.Pero también hay muchas mujeres que realmente deseamos ambas cosas. Que necesitamos desarrollarnos en lo que amamos, que seguimos nuestras vocaciones, que le dedicamos mucho tiempo a nuestras carreras, pero que también queremos ser mamás. Pero no mamás ausentes, que dejan a sus hijos e hijas en la escuela todo el día, que llegan agotadas a la noche sin ánimos para dedicar un rato a sus niños/niñas. Mamás que creemos que esas pequeñas personas que estamos formando son el futuro de la sociedad, que criadas con respeto y amor serán adultos respetuosos y amorosos, que necesitan de nuestro tiempo, de nuestra disponibilidad, de nuestras ganas de compartir con ellos la vida. Madres plenas y dichosas, que disfrutan de la maternidad, que no tienen ni quieren tener una "vida rosa", pero que aprenden a transitar los diferentes caminos que el "ser mujer" les depara sin prentender anular las diferencias que tenemos, sino buscando resaltarlas porque son lo que nos potencializa. Mujeres empoderadas que sabemos que el verdadero cambio social está en gran parte en nuestras manos, que también depende de nosotras, de lo que nosotras tenemos para dar.
No necesitamos ser el combo perfecto de "belleza/éxito/mamá" que nos quieren vender las publicidades de shampú, sino simplemente nos esforzamos por ser lo que queremos: mujeres y madres, tratando de darle el espacio necesario a cada cosa, con los momentos de mayor o menor dedicación que en cada situación requieran, sin pelearnos con el "ser mujer" ni con el "ser madre", porque, en definitiva, luchamos porque realmente se trate de una libre elección.
El día que las mujeres podamos elegir con verdadera libertad si queremos ser madres, el feminismo ya no va a necesitar estar peleado con la maternidad y el ser madres ya no va a ser una carga para aquellas mujeres que no tienen ganas de serlo. La nueva maternidad, para mí, es la maternidad que se ejerce como una verdadera opción.
Cuando las mujeres sólo seamos madres por elección, seremos verdaderamente libres. Y nuestros hijos e hijas lo van a agradecer.
siiiii tal cual!
ResponderEliminarCada palabra!
Gracias, Carolina! Es un tema muy complicado que realmente me desvela...
ResponderEliminarsi, a mi también ;-)
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